“Todo tiene su final”, dice una reconocida canción de Héctor Lavoe. Es una frase que se adapta para todo: lo bueno y lo malo. Hace cinco meses en el estadio Atanasio Girardot de Medellín, Millonarios había perdido su último partido oficial, fue un 3-2 frente a Atlético Nacional. Desde entonces las mieles del éxito rodearon al equipo embajador, que se coronó campeón de la Liga y la Superliga. Ganó dos títulos en años consecutivos, algo que no lograba desde finales de los 80. Pero este miércoles nuevamente en el escenario de la capital antioqueña cayó derrotado. Perdió frente a Independiente Medellín 1-0.
El gol de los rojos, un golazo. No tanto por la definición sino por la jugada previa que se inventó el delantero argentino Germán Cano. Taco, que se metió entre las piernas de Janeiler Rivas y dejó solo frente al arquero a Leonardo Castro, quien con borde interno remató ante la salida del venezolano Wuilker Fariñez y puso a celebrar a los fanáticos rojos. Ese fue el premio a la intensidad de los primeros minutos del Medellín, que también quiso aprovechar las ventajas defensivas que daba la visita con balones filtrados en profundidad.
Sin embargo, en los últimos minutos de los primeros 45 minutos, apareció Santiago Montoya y empezó guiar a Millonarios sobre la portería de David González. El cuadro azul parecía despertar, se sacudió del dominio rojo y con dos remates fuera del área dijo presente en el partido. Esa idea de intensidad la mantuvo el cuadro embajador en el comienzo de la segunda parte, el ímpetu, las ganas y las ideas no lograron el objetivo. Los bogotanos llegaban, lo intentaban, pero las opciones claras no aparecieron con constancia.
Hubo dos aproximaciones en los 15 minutos iniciales de los últimos 45 minutos. Pase profundo de Montoya a Roberto Ovelar, quien puso el cuerpo ganó la posición, habilitó a Macallister Silva, quien de primera remato, pero al frente se encontró con un David González bien ubicado para detener el remate. La otra llegó en las piernas del paraguayo Ovelar, de media distancia el delantero lo intentó, pero el balón se fue cerca al palo de la mano derecha de González.
La posesión del esférico fue de Millonarios, pero la precisión se fue perdiendo con el pasar de los minutos. La desesperación por lograr el empate empezó a nublar las ideas de los bogotanos, que se aferraron al corazón y a las piernas más que a la cabeza para llegar al gol. Esa necesidad abrió espacios en el fondo de la zaga albiazul, que intentaron ser aprovechadas por el veloz juego de los rojos. Ninguno volvió a celebrar el encuentro finalizó con un 1-0 que acabó con un invicto de 18 fechas (contando la Superliga) del cuadro embajador.
Fuente y Fotografía ElEspectador.com