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Con la renuncia de las sedes originales, Argentina y Colombia, la Copa América terminó realizándose, de manera sorpresiva en Brasil. Al momento de su apresurada designación, el país que ya había sido sede (y campeón) del certamen en su última edición, en 2019, atravesaba uno de sus peores momentos desde que comenzó la pandemia, con un promedio que escalaba casi hasta las 2.000 muertes diarias por COVID-19.

Las críticas hacia el trío que hizo posible la llegada de la copa al país, conformado por el Gobierno brasileño del presidente Jair Bolsonaro, la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) y la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), no tardaron en llegar desde todos los ámbitos. Para empezar, muchos profesionales de salud dijeron que esta idea era “una locura” y advirtieron sobre sus múltiples riesgos.

En tanto, por la desprolijidad en las negociaciones, los principales integrantes del seleccionado brasileño, que terminó siendo subcampeón de la competencia, estuvieron a punto de declinar su participación.

Finalmente terminaron disputando el certamen debido a que el entonces presidente de la CBF, Rogerio Caboclo, con quien se mantenían en pie de guerra, fue separado del cargo por la denuncia de una empleada de la entidad que acusó al dirigente por “abusos morales y sexuales”.

Luego de la final disputada en el estadio Maracaná, de Río de Janeiro, que marcó la consagración de Argentina tras 28 años sin títulos, el Ministerio de Salud brasileño divulgó que fueron 179 los casos positivos de coronavirus vinculados a participantes del torneo, lo que corresponde a seis contagios por día desde su inicio.

A pesar de que parezca un número gigantesco, los contagiados representan un 0,6% de los test realizados entre el 11 de junio y el 10 de julio. Entre los positivos, 36 corresponden a jugadores o miembros de las delegaciones participantes, mientras que 137 eran colaboradores tercerizados para el evento, y otros seis estaban con el staff de la Conmebol.

Sin embargo, lo que alteró a las autoridades competentes fue la confirmación de que una nueva variante se introdujo en Brasil durante el certamen. A pesar de la predominancia de la ya conocida variante Gamma, que se originó en Manaos, entre los controles positivos, la entrada al país de la cepa B.1.621 fue confirmada el lunes 12 de julio por el prestigioso Instituto Adolfo Lutz de Sao Paulo y encendió todas las alarmas.

“La confirmación se hizo a través del Laboratorio Estratégico del Instituto Adolfo Lutz, por medio de la secuencia genética de muestras de SARS-CoV-2 enviadas por el Laboratorio Central de la Salud Pública de Mato Grosso, que procedió enviando una alerta al National Influenza Center/Núcleo de Enfermedades Respiratorias en el Instituto, para que los casos fueran investigados”, explicó en un comunicado oficial el instituto paulista.

La variante que se llevó la atención de integrantes del Ministerio de Salud y otros especialistas fue identificada en Mato Grosso, estado que tenía a una de las sedes, Cuiabá, como capital. Justamente allí estuvieron hospedados los seleccionados de Ecuador y Colombia; este último es el país donde la cepa B.1.621 fue identificada por primera vez.

Pocas horas después de la divulgación del Instituto Adolfo Lutz, las autoridades confirmaron que la nueva variante fue detectada en jugadores de Colombia que enfrentaron a Ecuador en el estadio Arena Pantanal, de Cuiabá, en el comienzo de la Copa América.

“Los protocolos de distanciamiento fueron adoptados y los datos recolectados por el equipo de Vigilancia Epidemiológica del Municipio de Cuiabá fueron enviados diariamente al Centro de Informaciones Estratégicas de Vigilancia en Salud Nacional”, afirmó en una nota oficial la alcaldía de la capital matogrossense.

Debido a la falta de estudios contundentes hasta el momento, esta nueva variante registrada durante la Copa América, que algunos llaman como la “Cepa América”, es clasificada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “en alerta para monitoreo”.

Los indicios presentan modificaciones en las posiciones 484 y 501 de la proteína Spike. Tales particularidades pueden estar vinculadas a un mayor potencial de transmisión, pero aún serán necesarias otras investigaciones para corroborar esa posibilidad.

“Aún es muy temprano para afirmar eso. Las mutaciones en la proteína Spike son características que pueden estar asociadas a una mayor transmisión, pero eso depende de la posición y de otros factores; hay mucho trabajo por hacer”, explicó Jesem Orellana, investigador de Fiocruz Amazonia, una unidad técnico-científica de la Fundación Oswaldo Cruz en Amazonas.

“El atraso en la divulgación de esos resultados hizo que la vigilancia genómica pierda algo de sentido. El problema es que cuando el caso en cuestión fue inicialmente identificado no se sabía si se trataba de la variante B.1.621 y por eso la fuente infecciosa y la red de contactos pueden no haber sido correctamente rastreados para evitar una eventual dispersión, no solo entre los ciudadanos brasileños sino también entre personas de otros países”, agregó Orellana.

Por su parte, poco después de los resultados publicados por el Adolfo Lutz, la Secretaría Estadual de Salud de Mato Grosso confirmó la identificación de los casos con la nueva variante y, a su vez, afirmó que fueron asintomáticos y que cumplieron el protocolo de aislamiento. Los dos miembros de la delegación colombiana realizaron la “cuarentena” en un hotel de Cuiabá y, tras el periodo recomendado, recibieron los certificados que les permitieron regresar a su país.

“Cuando me opuse al evento muchos me criticaron e intentaron politizar mis ponderaciones. Entiendo que la realización de un campeonato deportivo internacional, como una Copa América, puede ser motivo de orgullo para cualquier ciudad, pero nunca en este contexto. Los estudios preliminares ya avisaban sobre el riesgo de las nuevas variantes que podrían entrar y salir de Brasil”, dijo Emanuel Pinheiro, alcalde de Cuiabá.

A pesar de las advertencias de los especialistas y de los 179 casos positivos registrados durante toda la Copa América, los organizadores de la competencia y el Gobierno brasileño permitieron la entrada de más de 5.000 espectadores al estadio Maracaná para la final entre Brasil y Argentina.

Los “invitados” acreditados no necesitaron pagar por los boletos, pero se les exigía un examen negativo de COVID-19. Horas antes del partido, la Conmebol informó, mediante una nota oficial, que se había detectado “una cantidad considerable” de test adulterados entre los documentos que presentaron los simpatizantes.

Además, desde muy temprano los aficionados brasileños y argentinos (estos últimos tenían que ser residentes en Brasil) se aglomeraron frente a los portones del estadio Maracanazinho, el recinto polideportivo que está junto al mítico Maracaná, donde debían retirar sus credenciales para asistir a la final que se jugaría por la noche. Pero por diferentes motivos la organización demoró casi tres horas el comienzo de esos procesos, por lo que los espectadores terminaron apiñados, sin distanciamiento y sin mascarillas, en su mayoría.

Cuando la Conmebol oficializó que la Copa América se llevaría a cabo en terreno brasileño, el país registraba 462.966 muertes por COVID-19. Actualmente, el número de fallecidos supera las 540.000. Además, fueron superados los 19.000.000 de contagios durante la realización del torneo.

La variante encontrada en los test realizados en Mato Grosso se originó en Colombia, pero ya fue identificada en países centroamericanos, en Estados Unidos y en algunas regiones de Europa.

Desde finales de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) separó las variantes entre Variantes de Interés (VOI) y Variantes de Preocupación (VOC). Las variantes “de interés” son menos preocupantes que las “de preocupación”, está claro, pero requieren de un monitoreo constante.

Una nueva variante se considera “de interés” si su genoma contiene mutaciones que pueden alterar el fenotipo del virus, si se ha identificado como causante de transmisión comunitaria o si ya se ha detectado en varios países, por ejemplo. Por su parte, las variantes “de preocupación”, como la famosa delta, originada en India, pueden demostrar aumento de la transmisión o alteración perjudicial en la epidemiología de la COVID-19.

Fuente y Fotografía Elnuevosiglo.com

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Por Oscar Mendez

Periodista Colombiano y Director del Portal Web www.radionoticiascasanare.com