• sáb. Abr 20th, 2024

César Gaviria también pide a la Corte Constitucional que apruebe plebiscito para la paz

Las ramas del poder público se reunieron este lunes festivo para conmemorar los 25 años de la promulgación de la Constitución Política de 1991, con la que el país inició una nueva era jurídica, incorporó una visión amplia de la defensa de los derechos humanos y las libertades, y fue reconocida como un tratado de paz. De cara a la justicia, el presidente Juan Manuel Santos y el expresidente César Gaviria aprovecharon esta fecha para pedir vía libre al plebiscito que pretende refrendar los acuerdos de paz con las Farc. (Lea aquí: Plebiscito y acuerdo especial, las garantías de la paz)

Gaviria, quien convocó en ese entonces al pueblo a pronunciarse sobre la asamblea constituyente y para elegir a los delegatarios, aseguró este lunes que en el diseño de la Constitución del 91 quedó pendiente la paz con las Farc, pero que hoy esa tarea está próxima a cumplirse.

“Presidente Santos, usted hizo parte del equipo que cumplió esa misión con las armas de la democracia y con la fuerza de las armas también. Felicitaciones al equipo negociador, a su jefe Humberto de la Calle, quienes han cumplido el mandato presidencial y supieron interpretar el sentimiento de búsqueda de la paz de los colombianos”, aseguró Gaviria.

 El exmandatario dijo “que se apaguen los fusiles no significa que hay reconciliación, ni que hay convivencia, ni que se han resuelto los problemas sociales. La paz hay que construirla”. Y añadió que a los colombianos se les va a ofrecer un acuerdo de paz que es imperfecto pero que significa el fin de la guerra.

“Yo respeto a los colombianos que quieren a los guerrilleros en la cárcel 30 años. Pero me pregunto, ¿en qué país del mundo se ha sentado una de las partes a negociar la paz, aceptando ir 30 años a la cárcel?  En ninguno. Nunca. Así no se hace la paz. Es falso que desde la creación de la Corte Penal Internacional haya habido acuerdos más avanzados que el logrado en Colombia”, concluyo Gaviria, quien recordó que la paz con los paramilitares también fue imperfecta.

El líder político terminó su discurso diciendo: “Yo creo que la Corte Constitucional va a comprender la trascendencia de la decisión histórica que va a tomar. Manos a la obra”.

Este fue discurso completo del expresidente Gaviria:

“El 17 agosto, sicarios enviados por el mismo Escobar asesinan en Bogotá al magistrado Carlos Valencia, que había ratificado los llamamientos a juicio contra él, por el crimen de Guillermo Cano, y contra el Mexicano por la muerte de Jaime Pardo Leal. Horas antes había sido asesinado el coronel Valdemar Franklin Quintero en Medellín, comandante de la Policía de Antioquia, un luchador constante contra el narcotráfico y el crimen.

Al día siguiente se dio el crimen infame de Galán a manos de quienes nunca dejó de denunciar, y se truncó una brillante carrera política y se frustraron las esperanzas de renovación que el joven líder santandereano simbolizaba para millones de colombianos. El crimen de Galán, además, encendió una hoguera que ya estaba lista y preparada, pero no creo que nadie hubiera previsto la magnitud del desastre. Sí, creo que hay un antes y un después de Galán.

El mundo que estábamos viviendo no era para nada respetable, daba asco, indignación, dolor de patria, pero debía ser posible acompañar al corajudo Galán en esa especie de esperanza, de utopía. Y yo era de los pocos que en ese momento tenía la convicción de que no estábamos condenados a aquel mundo terrible del que se habían apoderado los barones de la droga y sus cómplices, por acción u omisión.

Yo no puedo decir que tenía un panorama claro de largo plazo, pero si tenía claro lo que no debía ser. Como decía Mark Twain ¨lo que nos mete en problemas no es lo que no sabemos; es lo que sabemos con seguridad que no es así”. Yo sentía que había roto, silenciosamente y para mi,  mucha de la costra en la que se escondía nuestra sociedad: los convencionalismos, los lugares comunes y las manipulaciones; las cobardías, las complicidades, los silencios.

El país  político, aunque aportaba gobernantes serios, vivía solo de preservar el poder, preservar el statu quo,  evitando cualquier cambio político sustancial. Y sin reformas, ni voluntad política, razonaban que nada se podía hacer mas que seguir avanzando a paso de tortuga en medio de aquella oleada de violencia. Nada deslegitima tanto las instituciones como la violencia desbordada.

Solo hasta tiempos recientes hemos descubierto que muchos de los integrantes de organismos de seguridad del DAS, de la Policía y algunos miembros del ejército, en lugar de protegernos, fueron la principal amenaza y habrían sido determinantes en la realización de los magnicidios de Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro.

La Séptima Papeleta surge en esas semanas como una propuesta de los estudiantes del movimiento Todavía Podemos Salvar a Colombia, en contra de la clase política tradicional, para reformar el Congreso y renovar la vida política, social y económica del país, a través de una nueva Constitución, surgida de una Asamblea Nacional Constituyente.

La Séptima papeleta nació el 25 de agosto de 1989, durante una marcha del silencio organizada por los estudiantes de diez universidades bogotanas, en protesta por el asesinato de Galán. Aunque la papeleta no fue aceptada legalmente, sí se contó de manera extraoficial y, finalmente, la Corte Suprema reconoció la voluntad popular mayoritaria, validando el voto.

Simultáneamente arreció una guerra total del narco terrorismo de Escobar y sus secuaces. Vino el periodo de la bomba al edificio del DAS, el derribo del avión de Avianca, de las bombas que estallaban en todas las ciudades de Colombia.

Para las elecciones de marzo del 90 se dio el asesinato indiscriminado de centenares de policías de Medellín,  por los que Escobar pagaba dos millones de pesos, muchos de ellos contra agentes inermes cuando iban a visitar sus familias.

Colombia culminaría ese 27 de mayo de 1990 la más difícil y accidentada campaña política de toda su historia. Y los colombianos estuvieron a la altura del momento histórico que nos había tocado. La gente no estaba buscando ni un Mesías, ni un régimen autoritario, ni quien impusiera soluciones a la manera dogmática. Quería soluciones democráticas y reformas, como el único antídoto con el que contamos en respuesta a la violencia ciega y desoladora. Nada de autoritarismo.

El resultado en favor de la celebración de una Constituyente fue abrumador, se respiraba en las calles, en los salones, en las plazas públicas, así con posterioridad se haya puesto en duda su contabilización. La Séptima Papeleta significaba un aire refrescante,  un nuevo amanecer, una expresión genuinamente popular de la juventud colombiana. Todas las fuerzas políticas y los ciudadanos votaron por el si. Teníamos que hacer el gobierno mas incluyente del siglo XX, sin repetir el Frente Nacional.

Serían unas reformas que le darían eficacia a nuestras instituciones para ser acatadas por todos los colombianos. No más mecanismos violentos para tramitar los conflictos sociales. No más justicia privada. No más lucha política al margen de la Constitución y de la Ley. Sin duda, se sentía un entorno contestatario de rechazo a tantas desviaciones, tantos abusos, tantas prácticas corruptas, que le habían hecho un enorme daño a nuestra democracia, y no solo era un mensaje contra los violentos de todos los pelambres.  Yo tenía en mente una formidable transformación, la creía posible, pero para mi sorpresa la voluntad política de todos los partidos estaba allí y era decidida y sin excepciones.

Pocos creían ya en la honestidad o el altruismo de los políticos, y los partidos ya desde entonces no eran el hogar natural de los idealistas. Pero el proceso constituyente tenía que ser capaz de romper esa dinámica  y sacar de cada personalidad representativa de cada pedazo de la opinión nacional lo mejor de sus instintos e inclinaciones políticas. Tenía que ser un proceso de convergencia. Todo lo contrario de la polarización. Así debía entenderse el claro mandato para la convocatoria de la Constituyente. Era como lo dijo López Pumarejo”,  la liquidación amistosa del pasado

La decisión era clara: íbamos a redactar una nueva Constitución que sirviera de carta de navegación para el siglo XXI. También quería el país iniciar una verdadera revolución productiva sobre todo en beneficio de los jóvenes de entonces.

Nuestra constitución centenaria fue siempre muy difícil de cambiar y la Corte Suprema había sido en extremo celosa de los procedimientos usados para su modificación. Lo más protuberante era la dificultad de encontrar un camino para hacer reformas a la Justicia, para lograr la justicia Constitucional, la tutela, los derechos fundamentales y la creación de la Fiscalía General de la Nación.

Búsqueda de la paz

Ya señalamos cómo el don mas valioso que podía dársele a Colombia eran era la paz, la convivencia, la tolerancia. A ella debemos llegar de la única manera que garantiza que sea estable y duradera: por la vía de defender nuestros principios tutelares. Los procesos de paz con el M19, el Quintín Lame y el PRT se habían consolidado con su participación en el proceso electoral.

De lo que se trataba era de construir un verdadero pluralismo político, para rodear de garantías el ejercicio del disentimiento, del libre examen y de la protesta pacífica, que se nos habían perdido en medio de la violencia partidista y de las prácticas del Frente Nacional. La paz, la justicia social, la participación popular, las libertades y los derechos, de eso se trataba.

Así nació la Constitución del 91, gracias a las históricas sentencias de la Corte suprema de Justicia, un tratado de paz que apenas hoy se empieza a cerrar con la negociación con las Farc, bajo la guía del presidente Juan Manuel Santos que con paciencia, sabiduría e inteligencia ha guiado este proceso.

A quienes fuimos parte del diseño de la Constitución del 91 nos quedó pendiente una tarea esencial , la paz con las Farc. Entonces hablamos de reformar para pacificar, intentamos dejar atrás cualquier pretexto para la lucha armada. Pero fue necesaria una batalla campal, con colaboración internacional del Plan Colombia  y la conformación de la fuerza pública mas grande, mejor dotada y mejor entrenada de América Latina en su historia,  para disuadir a los revoltosos de que la sociedad colombiana que querían amilanar estaba en pie de guerra para derrotarlos. La acción de la Fiscalía y de la Corte Suprema fueron también esenciales. También empezó a dar frutos una muy fuerte Fiscalía General, la más poderosa de nuestro continente. No desapareció la guerrilla, pero con tantas victorias militares como se lograron, la guerrilla se diezmó.

Presidente Santos, usted hizo parte del equipo que cumplió esa misión con las armas de la democracia y con la fuerza de las armas también.

Felicitaciones al equipo negociador, a su jefe Humberto de la Calle, quienes han cumplido el mandato presidencial y supieron interpretar el sentimiento de búsqueda de la paz de los colombianos. Este es un país democrático que no va a hacer una revolución por contrato, sino la paz. Va a ser una paz  sin armas, sin intimidaciones y con todas las garantías de que se van a cumplir los compromisos del Estado colombiano y de las Farc. Fue también con Humberto de la Calle a la cabeza a quien todos reconocimos en su momento su tacto, inteligencia, conocimientos de derecho constitucional, honestidad y disciplina por su trabajo como Ministro del Gobierno y representante del Ejecutivo en la Asamblea

Lo que se firmó en La Habana no supone el fin de la guerra, es el fin de la guerra. No es la paz. Que se apaguen los fusiles no significa que hay reconciliación, ni que hay convivencia, ni que se han resuelto los problemas sociales. La paz hay que construirla. Por eso ahora viene un proceso de cumplimiento de los acuerdos, de recuperación de las zonas que han sido víctimas de la violencia a lo largo de tantos años, de rescate de la tierra para los campesinos desplazados, de aplicación de la justicia transicional a todos los protagonistas de la guerra. Esta ha sido la guerrilla más grande que ha habido en la historia de América latina. Ponerle fin a ese fenómeno, es una conquista absolutamente histórica.

Fue solo en ese momento que las Farc entendieron que no iban a llegar al poder por las armas y empezaron a considerar la posibilidad de hacer la paz. El Presidente Santos se puso en la tarea de explorar esa posibilidad con disciplina, con seriedad, voluntad y sabiduría, aguantando todos los temporales.

Finalmente nos ofrece a los Colombianos un acuerdo de paz que es imperfecto pero que significa ni mas ni menos el fin de la guerra. Digo que es una paz imperfecta porque  muchos colombianos quieren esto, pero otros, quisieran otra cosa, tiene expectativas mas altas. La verdad es que esto fue lo posible y sobre esto es que nos vamos a pronunciar los Colombianos.

Yo respeto a los colombianos que quieren a los guerrilleros en la cárcel 30 años. Pero me pregunto,  en qué país del mundo se ha sentado una de las partes a negociar la paz, aceptando ir 30 años a la cárcel?  En ninguno. Nunca. Así no se hace la paz. Es falso que desde la creación de la Corte Penal Internacional haya habido acuerdos mas avanzados que el logrado en Colombia.

Yo me pregunto, y es que  la paz con los paramilitares fue perfecta? Pues no, fue muy imperfecta; muchos de esos paramilitares que confesaron delitos de lesa humanidad están en la calle, porque su enjuiciamento desbordó nuestra Justicia.

La sociedad colombiana quiere que se termine la guerra y quiere que se le de tratamiento igual a todos los que participaron en la guerra, tratamientos obviamente individualizados para todos: militares, empresarios, guerrilleros. Y si los guerrilleros culpables de delitos de lesa humanidad no van a cárcel con barras, por qué temer que los empresarios si van sufrir ese castigo? Si la inmensa mayoría de los paramilitares está gozando de libertad por qué quienes colaboraron bajo intimidación sí lo van a hacer? Ellos están obligados, ante todo, a la verdad y a la reparación. No entiendo la lógica de esos temores.

Y la paz en trámite no es perdón y olvido. Es una justicia menos rigurosa, menos severa de la que prevén las normas penales  y obviamente tiene que ser para todo el mundo. Yo creo que a los militares que están condenados o acusados por omisión los deben sacar de la cárcel. Si los guerrilleros no van a estar en cárceles con barras, no  vamos a querer a  militares en cárceles así.

Aquí se van a someter a un tribunal, tienen que confesar sus delitos y quienes hayan  cometido delitos atroces, van a recibir una penalidad, y el que no confiese sus delitos, tendrá hasta 20 años, en cárcel con barras.

No existe una receta para el liderazgo. Algunas veces proviene de las personas que se amarran a su visión y a sus principios, y otras de quienes son mas flexibles y prácticos. Pero al final se necesitan principios y pragmatismo. Eso nos lo ha ofrecido Santos con creces en estas negociaciones.

Presidente Santos:

Qué satisfacción tan grande que usted culmine la tarea de cerrar el ciclo de la Constitución del 91; usted es un presidente que volvió a legitimar al Estado en el ejercicio de la autoridad y en su deber básico de proteger a los colombianos. El legado que usted nos deja es el de cerrar un proceso, y que cumple con todos los estándares de verdad, justicia, reparación y reconciliación. A los escépticos que nos desprecian y dicen que somos ingenuos o cómplices,  habremos de convencerlos, o los convencerá el paso del tiempo, de que tan equivocados estaban y cómo sus temores son infundados.

Yo creo que la Corte Constitucional va a comprender la trascendencia de la decisión histórica que va a tomar. Manos a la obra.

Muchas Gracias”.

Fuente y Fotografía ElEspectador.com
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Por Oscar Mendez

Periodista Colombiano y Director del Portal Web www.radionoticiascasanare.com