Hace 15 meses empezó un proceso de distensión en la relación Cuba-Estados Unidos. Con el anuncio de una posible normalización de esta relación bilateral después de 57 años de hostigamiento, embargo y campaña internacional en contra de Cuba, el presidente Barack Obama entra a la historia como el primer mandatario de Estados Unidos que, después de 88 años, visita la isla.
Cuba, la tierra simbólica de la resistencia latinoamericana, no deja de sorprender. A sólo 90 millas del territorio estadounidense, Cuba resiste después de cinco décadas, pero actualiza la revolución de acuerdo a sus necesidades y a su propio modelo.
Vale recordar que, en una rueda de prensa internacional que Fidel Castro concedió en 1973, después de su regreso de un viaje al sureste asiático, el periodista inglés Brian Davis le hizo la siguiente pregunta: “¿Cuándo cree usted que se podrán restablecer las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, dos países tan lejanos a pesar de la cercanía geográfica?”. Fidel en un tono irónico contestó: “Estados Unidos vendrá a dialogar con nosotros cuando tenga un presidente negro y haya en el mundo un papa latinoamericano”. Quién diría que el 20 de marzo de 2016, el líder de la Revolución cubana asistiría a este hecho histórico.
Por su parte, el secretario de Estado, John Kerry, afirmó que “durante medio siglo aplicamos una política para aislar a Cuba y los que terminamos aislados fuimos nosotros”. Se refería al rechazo regional e internacional al bloqueo en contra de Cuba, la campaña mundial para la devolución de los cinco presos cubanos (“Give me five”) y las cumbres de las Américas, Unasur y Celac, que fueron presiones efectivas para la reinserción de Cuba en el contexto americano.
El gobierno del presidente Obama coincide con el reemplazo de Fidel por Raúl Castro, quien ha demostrado más pragmatismo y hasta el momento ha negociado una aproximación entre Cuba y Estados Unidos que denota que es “un cambio, pero a la cubana”, o sea, sin renunciar a su modelo político, económico y social, lo que parece claro para el Departamento de Estado.
No hay duda de que la visita de Estado del presidente Obama a Cuba es simbólica, histórica y celebrada por todo el continente. No obstante, algunos temas seguirán sobre la mesa.
Embargo económico. El presidente Obama, ad portas de dejar la Casa Blanca, ha afirmado que el tema de la cancelación del embargo en contra de Cuba deberá ser tratado por el próximo presidente de Estados Unidos, que su cancelación está y estará en las manos del Congreso estadounidense, actualmente con mayoría republicana, el cual no ha actualizado sus percepciones con relación a Cuba y lo sigue manejando bajo una concepción clásica de la Guerra Fría. Es decir, por ahora el embargo no perderá vigencia.
La base de Guantánamo. El gobierno estadounidense se niega a devolver a Cuba el territorio ocupado de Guantánamo, donde instaló una base militar en contra de la voluntad del pueblo y el gobierno cubanos. Según Fidel Castro, la base fue instalada ilegalmente en el sur de la isla. “Mantener una base militar en Cuba (…) viola los más elementales principios del derecho internacional. Constituye un acto de soberbia y un abuso de su inmenso poder contra un pequeño país”.
El tema migratorio. Desde hace algunos años (1966) la Ley de Pies Secos-Pies Mojados, o Ley de Ajuste Cubano, estimula la migración ilegal de cubanos a Estados Unidos, lo que a la larga ha convertido a la población cubana en un segmento importante y privilegiado en la nación norteamericana, con fuerte poder de influencia en las últimas elecciones presidenciales, sobre todo en Florida.
Derechos humanos. Los críticos del presidente Obama han denunciado el recrudecimiento de la represión y la ausencia de derechos humanos en la isla y creen que Obama puso a un lado este tema. Lo más evidente fue el encarcelamiento de algunas Damas de Blanco a pocas horas de la llegada del presidente de Estados Unidos a La Habana. Sin embargo, después de participar en varios actos oficiales y empresariales, el presidente estadounidense tenía programado un encuentro con grupos disidentes.
Durante décadas, Cuba sirvió para justificar dictaduras militares y civiles y una escuela de doctrina militar de las Américas. Ahora se nota que Estados Unidos desea convertir Cuba en la esquina simbólica de la distensión, lo que refleja una doble estrategia. Buscar una “mejor relación” con América Latina y el Caribe vía Cuba, y un mayor debilitamiento de Venezuela, paradójicamente considerada como “una amenaza para la seguridad de Estados Unidos”, y paralelamente disminuir la presencia de China y Rusia en la región.
Fuente y Fotografía ElEspectador.com – AFP