Luego de varios años de recesión económica, agravada por la caída de los precios del petróleo y las sanciones de las potencias de Occidente como consecuencia de su intervención en la crisis de Ucrania y Crimea, Rusia no pasa por su mejor momento.
La mayoría de la población de ese país ha perdido poder adquisitivo y un buen número de personas, cercano a los 20 millones, según la Organización de Naciones Unidas, vive bajo el umbral de la pobreza.
Además, su imagen internacional se ha deteriorado, por su incidencia en conflictos en otros países, como Siria, y la tensa relación diplomática con Estados Unidos.
Aun así, a un año de las elecciones presidenciales, todo parece indicar que Vladimir Putin continuará en el poder, porque a pesar de la situación social, la gente está ilusionada con que las medidas que ha tomado comiencen a surtir efecto y, sobre todo, porque no hay ningún político capaz de desafiarlo.
Para el mandatario y su gestión serán fundamentales la Copa Confederaciones, que comienza este sábado, y el Mundial de Fútbol de 2018. Rusia aspira a que esos eventos la posicionen nuevamente como superpotencia y limpien su devaluada imagen.
La Confederaciones, que se inaugura hoy en San Petersburgo con el duelo entre Rusia y Nueva Zelanda, será un ensayo para la Copa Mundo. El reto inicial será que no se repitan los incidentes que ensombrecieron la pasada Eurocopa de Francia 2016 con actos de violencia y protestas sociales.
Las medidas de seguridad en las cuatro ciudades sedes –pues además habrá juegos en Moscú, Sochi y Kazán– se han intensificado en los últimos días.
De hecho, los aficionados que quieran asistir a los partidos deben registrarse para recibir un documento de identidad imprescindible a la entrada de los estadios. El temor a los atentados preocupa, pero también el alto nivel de racismo existente en la sociedad rusa.
“Haremos todo lo posible para que las instalaciones, las condiciones de estadía en Rusia, así como todo lo relacionado con servicios para los espectadores y deportistas, sea de primer nivel. Nos hemos comprometido con organizar un buen torneo y mostrarle al mundo una buena imagen”, señaló Putin en una conferencia de prensa previa al torneo.
Cerca de 1.500 militares y unos 5.000 voluntarios trabajarán en la seguridad y logística del torneo, que en el aspecto deportivo no ha generado tanta expectativa. De hecho, apenas se ha vendido el 65 % de las 480.000 entradas disponibles.
Puede ser porque la selección local no es favorita. De la mano del técnico Stanislav Cherchesov, quien llegó hace ocho meses para armar un equipo competitivo para el Mundial, Rusia ha ganado tres partidos, empatado otros tres y caído sorpresivamente contra Catar, Costa Rica y Costa de Marfil.
En su grupo, el equipo anfitrión enfrentará a Nueva Zelanda hoy, desde las 10:00 a.m. por el Gol Caracol, y luego a Portugal, campeón de Europa, y México, el mejor de la Concacaf, dirigido por el técnico colombiano Juan Carlos Osorio. Lusitanos y manitos se enfrentan el domingo, también desde las 10:00 a.m.
En el otro grupo están las selecciones de Alemania, campeona del mundo, que convocó un plantel alterno y está en renovación; Australia, Chile y Camerún.
El torneo se disputa desde 1992, cuando la FIFA quiso promocionar su deporte en todos los rincones del mundo y también generar ingresos extras por derechos de televisión y mercadeo. Las dos primeras ediciones se jugaron en Arabia Saudita bajo el nombre de Copa Rey Fahd. Argentina y Dinamarca se consagraron campeones.
Brasil ganó en 1997 y México dos años después, cuando el torneo cambió de sede por primera vez.
En 2001, Francia se impuso en la cita que se realizó en Corea y Japón, ya como ensayo del Mundial que harían un año después. La selección gala repitió, esta vez en casa, en 2003, en un torneo en el que participó Colombia.
Las tres últimas ediciones fueron dominadas por Brasil. La verdeamarilla, ya clasificada para la Copa Mundo del próximo año, se impuso en Alemania 2005, Sudáfrica 2009 y Brasil 2013.
Fuente y Fotografía ElEspectador.com