Esta generación de jugadores argentinos fue criada con historias de un 10 que dominaba todas las canchas donde jugaba, de dos equipos campeones del mundo, de una camiseta que cuando no se suda pesa más. Creció esta generación campeona con el peso de la historia a sus espaldas; la responsabilidad, si se quiere, de conseguir un título.
Título que fue esquivo por muchos años, en los noventa solo alcanzaron un par de copas de América, que para nosotros en Colombia suena como bastante pues solamente tenemos una. Pero hay que tener en cuenta que Argentina es un equipo ganador de copas, así que la falta de títulos estaba volviéndose un problema serio.
Tuvieron que aguantarse palos de todos lados, porque a pesar de ser una generación “dorada” y contar con el mejor del mundo no eran capaces de conseguir copas y eso en un pueblo ávido de alegrías era necesario.
El Mundial de Catar fue el escenario perfecto para que el equipo albiceleste volviera a levantar la copa, un Mundial lleno de coincidencias que hacían pensar a los hinchas argentinos que el milagro, la tan esperada copa, era posible de alcanzar.
Lo ganó todo…
El referente del fútbol argentino los últimos 18 años se llama Lionel Messi. El hombre ganó todo lo que quiso. En el Barcelona consiguió todos los títulos habidos; erigió una historia plagada de títulos que no será fácil de emular en mucho tiempo.
Pero habiendo ganado todo con su club, faltaba el título con la selección. En Argentina no se cansaban de esperar al mesías que llegara a reemplazar a Maradona y en Messi veían un gran candidato, pero los años pasaban y el nuevo 10 no podía brindarles esa alegría.
Con el retiro mirando de frente al 10, esta era la última oportunidad de Messi de tratar de conseguir el título, ya no tenía la potencia o la velocidad del 2010, o el equipo de 2014, pero quizá tenía más ganas y hambre de gloria que antes.
En el que sería su último Mundial, el objetivo del 10 era claro: el título mundial. Encontró en la selección un técnico que entendió la situación, unos compañeros que antepusieron el deseo del capitán y trabajaron para él, entendiendo que ellos iban a tener que correr y meter lo que el “viejo” capitán ya no podía.
Encontró en Rodrigo de Paul un escudero, que lo cuidó y lo defendió de todo y de todos; un arquero como Martínez, que de haber sido necesario hubiera entregado la vida por el capitán; y, con todos esos elementos, Messi decidió salir a acabar con los 13.321 días de sequía mundialista de Argentina.
Si bien durante la mayor parte del partido Argentina supo dominar, se vio en problemas cuando en el minuto 70 Francia cobra un penal que supo convertir Mbappé. Una cosa llevó a la otra y el 10 galo, que durante todo el partido había estado desaparecido, se llenó de confianza, marcando el segundo y llevando el partido al alargue.
En el momento en que Mbappé convierte el penal, no solo le dio vida a su equipo, sino a él mismo. Encendió un interruptor interno que le hizo recuperar la magia, la potencia y la velocidad para liderar su equipo hacia una segunda Copa del Mundo y, de paso, empezar a poner su nombre en el trono del fútbol mundial.
De ahí en adelante fue una montaña rusa de emociones. Los dos equipos se jugaban el todo por el todo, la vida en cada pelota. Argentina llegó al 3-2, pero una vez más, por la vía del penal, Mbappé igualó.
Partido trepidante, cardiaco, impensado, todo parecía escrito para que fuera un drama y así fue, pues desde los 11 pasos en donde la suerte pesa, en donde es como jugar a la ruleta, se definió el partido.
El último baile del 10 no había sido en vano, logró la meta, el sueño, el campeonato del mundo. Igualó a Maradona y, al menos durante un par de años más, se quedará en el trono del fútbol mundial.
En la que pudo haber sido la final más emocionante de los últimos 20 años Messi consiguió su título mundial. Llegó la tercera estrella para la Argentina.
Fuente y Fotografía Elnuevosiglo.com