HACE cuatro meses, en un esperado anuncio que tardó más del tiempo estipulado por las leyes electorales, Nicolás Maduro dijo que las elecciones presidenciales 2018, base de las marchas en su contra un año atrás, quedaban fijadas para abril. Luego de una serie de críticas de la comunidad internacional y de sectores locales, el presidente chavista corrió un mes la elección, para el 20 de mayo, siete días antes de que Colombia celebre la primera vuelta presidencial.
Su eventual triunfo, en la elección número 22 que ganaría el chavismo en las últimas dos décadas, tendrá un impacto inmediato en la recta final de las elecciones colombianas. No sólo porque refuerza la idea defendida por los candidatos de que las prácticas del régimen venezolano son antidemocráticas, sino porque despierta, además, el fantasma del “castrochavismo”, en un momento crítico para los intereses electorales de los candidatos.
Eventual escenario
No es un secreto que Venezuela se ha convertido en una bandera electoral o un incómodo acompañante. Para los sectores que se oponen al modelo socialista, la victoria de Maduro confirmará que el régimen, mantenido por el apoyo de los militares, no está dispuesto a ceder espacios democráticos frente a otras fuerzas políticas, que con el paso de los años han quedado reducidas a su mínima expresión.
Éste es el caso de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), hoy fraccionada por las diferentes visiones de sus líderes, que ha denunciado numerosas violaciones cometidas por el Gobierno para limitar su participación. En diciembre del año pasado, expectante por el anuncio de la fecha de los comicios, este sector de la oposición exigió que se respetara el calendario elector que, conforme a los años anteriores, establecía que en diciembre de 2018 se celebrarían las elecciones.
Aprovechando su división, producida por las diferencias entre el partido Acción Democrática con Voluntad Popular, además de las divergencias con el sector de Henrique Capriles, el Consejo Nacional Electoral (CNE) vio una oportunidad de oro para sacarle provecho a la coyuntura y adelantar, casi ocho meses, las elecciones presidenciales.
No satisfecho con fijar los comicios antes de lo previsto, el chavismo también confirmó la inhabilitación de Capriles para participar en política, después de ser removido de la gobernación de Miranda, e impuso un proceso de reinscripción de partidos, que dejó fuera de juego a los principales opositores: la MUD y Voluntad Popular.
Numerosos organismos multilaterales, como la OEA y la ONU, criticaron la falta de garantías democráticas del gobierno venezolano, aduciendo que no existían las condiciones mínimas para celebrar unas elecciones. Varios países, encabezados por Colombia y EU, también dijeron que no reconocerían “los resultados” por ser “fraudulentos”.
Ganador en casi todas las ocasiones, menos en 2015, cuando la oposición obtuvo mayorías en la Asamblea Nacional, el chavismo se apresta -ante las múltiples denuncias de fraude electoral- a declararse nuevamente como vencedor este domingo, bloqueando cualquier posibilidad de cambio en un país cuya hiperinflación se calcula en 13.800%, según el FMI.
Sin medicamentos y con un desabastecimiento de alimentos monumental, la crisis en Venezuela empeora, a pesar de la subida de los precios del petróleo, en un país que depende, exclusivamente, de las energías fósiles.
Los candidatos colombianos, teniendo en cuenta este panorama y sus incidencias en el país, como la llegada masiva de migrantes (más de 1 millón en Colombia), y las repercusiones sociales, económicas y laborales que esto trae, aprovecharán para referirse a la crítica situación del vecino país y hacer énfasis en que algunos de sus contrincantes eventualmente tendrían algunas coincidencias con el régimen chavista.
La semana del castrochavismo
Adelantándose algunas críticas que vendrán por el triunfo de Maduro, el candidato Humberto De La Calle relanzó este martes el libro “El día en que Chávez renunció”, mediante el cual cuenta los pormenores del golpe de Estado perpetrado contra el líder socialista, escrito en 2003 cuando era delegado de la OEA. “Allí hay una versión condenatoria del Socialismo del Siglo XXI”, dijo en un evento en la Universidad del Rosario.
La distancia que toma De la Calle en su libro siempre ha sido motivo de discusión con el candidato de “Colombia Humana”, Gustavo Petro, a quien algunos sectores califican de defender un modelo similar al venezolano. Desvirtuando su asociación con el denominado “castrochavismo”, el candidato de izquierda ha dicho en diferentes entrevistas que “el modelo venezolano es un fracaso”, pero a su vez ha contado que su proyecto, en caso de llegar al poder, “sería por 10 años”. Su relación con la Venezuela chavista, explicada por Petro como una amistad con Chávez, pero no con su sucesor, ha sido uno de los puntos centrales de la campaña presidencial en Colombia.
A una semana de la primera vuelta en Colombia y con las autoridades electorales al servicios del chavismo -lo que aumenta los rumores de fraude-, la posible reelección de Maduro tiene una impacto directo en la campaña presidencial, reforzando el discurso de aquellos que advierten una eventual transformación del país hacia modelos “fracasados” y el resurgimiento de las dudas que existen alrededor de los vínculos de Petro con el chavismo.
Con muy pocas relaciones bilaterales, el tema venezolano vuelve a ser diametralmente importante en Colombia. No sólo por los efectos que tendrá la eventual reelección de Maduro, sino porque Venezuela, una vez más, es garante de un proceso de Paz: El del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que pasa por un momento crítico.
Fuente y Fotografía Colprensa-elnuevosiglo.com.co