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Terrorismo Islámico: rivalidad, deseos y fantasías

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PorOscar Mendez

Ene 29, 2016

¿Cómo puede explicarse la virulencia y la brutalidad del terror islamista? La respuesta puede estar en la mímesis.

Unos diez días antes de los ataques en París, el 13 de noviembre del año pasado, el immortel Réné Girard falleció. Él elaboró durante una larga vida intelectual y académica la teoría mimética. Según ésta, los seres humanos, como muchos animales, somos miméticos: copiamos los deseos de los demás, quienes son nuestros modelos y, eventualmente, rivales. La teoría explica que lo que nos impulsa no es algo como el inconsciente (Freud), ni el interés particular (Marx) sino nuestra necesidad de ser como los demás, nuestro deseo mimético.

Puede que esta teoría no explique toda la conducta y la interacción humana; sin embargo arroja bastante luz sobre una gran parte. A los niños siempre les parece más interesante el juguete del otro. Todos conocemos la rivalidad fraternal. Fuera de la niñez y la familia, los adultos tienden a organizar sus vidas y sus prioridades haciendo comparaciones no con los Santo Domingo ni los Ardila Lulle, sino con los vecinos y las colegas.

Y esto es normal. Como dice Girard: “Ser racional —funcionar bien— se trata de tener objetos y de ocuparse con ellos”, entendido que los objetos son de otros. Puede ser que nos impulsan los deseos del otro y eso no está mal. Sin embargo, Girard contrasta este “funcionar bien” con la locura: “estar loco se trata de someterse completamente a los modelos miméticos”.

Es decir, la mímesis puede operar de manera muy insidiosa, produciendo una rivalidad desenfrenada. Un ejemplo bastante literal: en Bogotá, manejando en las vías, uno indica con su direccional que quiere cambiar de carril. Su buena conducta se le paga así: el conductor que podría dejar que usted pase a su carril, frenando un poquito, acelera su vehículo, para que usted no pueda pasar. ¿Por qué? Porque él, o ella, quiere lo que usted quiere: esa posición delante de él.

Es este sometimiento al modelo, derivado de una fascinación con lo que tiene y lo que es, y que termina en la rivalidad, algo que puede ayudar a aclarar tanto el antisemitismo como el terror islamista de hoy día. La mímesis desemboca en la rivalidad en la medida en que el modelo se vuelve rival (no puedo tenerlo porque ya lo tiene otro). Históricamente, los judíos han sido vistos tanto como modelos como rivales. Las comunidades en las cuales los judíos se encontraban, miraban a los judíos y deseaban lo que creían, lo que se imaginaban, que los judíos tenían: identidad auténtica, solidaridad grupal, historia, poder (o mejor, poder secreto), riqueza. Para adquirir lo que “se supone” los judíos tenían, la comunidad gentil se unía y se tornaba contra ellos. Sin embargo, ni el destierro ni la aniquilación local bastaría. Aún ausentes, los judíos tenían la culpa. El Holocausto practicado por los nazis fue, en este orden de ideas, el intento de abolir de una vez por todas a los judíos tanto como modelo como rival.

La razón terrorista islamista explica que los judíos, pero no solo ellos, son el problema. El presente argumento es que la fuente última del terror islamista—esa barbarie delirante—es, fundamentalmente, el deseo mimético y la rivalidad a la que da lugar. Este terrorismo se dirige a los modelos, los demás, porque estos modelos, según la perspectiva del terrorista, son rivales, impidiendo que el terrorista alance sus deseos—copiados del otro—y se realice como ser humano.

¿Qué es el deseo por el califato imperial? Una copia del deseo del otro, que se supone cumplido, de tener un imperio? No importa que el otro ni tenga ni quiera un imperio. ¿Qué es el deseo de constituir o pertenecer a una nación islámica “autentica” (homogénea, unificada) si no una copia del deseo, se imagina logrado, del otro de tener una: Israel, pero también Francia, Estados Unidos y así sucesivamente? No importa que tales naciones estén surcadas por facciones, desacuerdos, disensión. No importa, tampoco, que ya existan varias naciones islámicas. ¿Qué es el deseo de controlar el mundo si no una copia del deseo, visto como satisfecho, del otro, de los judios y sus aliados, de controlarlo? No importa que si el mundo estuviera bajo el control de alguien las cosas no estarían tan caóticas, tan fuera de control.

Basándose en una concepción —patológicamente errada— del judío, pero también del ciudadano democrático, y sus deseos, el terrorista se enloquece ante estos, sus rivales, y enfoca su razón irracional en su destrucción. Por supuesto, ni el judío ni el gentil es lo que el terrorista cree que es. La mayor parte de las personas, incluida la mayor parte de los musulmanes sin duda, solo estamos intentando hacer lo mejor, entender el mundo y el sentido de las cosas, preocupándonos no tanto por salir adelante sino por convivir.

No somos todopoderosos, pero si tenemos algo de suerte nos encontramos miembros de sociedades basadas en gran parte en la dignidad del individuo, en sus derechos, la libertad, y con una gran medida de democracia; sociedades que, hasta cierto punto, han aprendido a ocuparse pacíficamente con las rivalidades y diferencias que, inevitablemente, surgen. Sin embargo, los terroristas no lo ven. No quieren ser lo que realmente somos—saben que no es fácil. Quieren ser lo que somos en sus imaginaciones y fantasías. Con tal fin, nos tienen que exterminar. La conclusión—reconocidas, por supuesto, sus limitaciones—es que ya, ante el terror islamista, todos somos judíos.

Fuente Y foto: http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/terrorismo-islamico-rivalidad-deseos-y-fantasias-articulo-613397

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Por Oscar Mendez

Periodista Colombiano y Director del Portal Web www.radionoticiascasanare.com